viernes, 2 de mayo de 2014

Por eso te quise, Amor.


        Cuando me quise dar cuenta ya te habías ido y sin apenas dudarlo yo seguía haciendo el mismo café. Eras mi droga que necesitaba cada día, lástima que nunca te hubiese podido llamar amor porque fue justo en ese momento en el que salías por la puerta cuando  me quedé mudo y no pude decirte lo que de verdad sentía.
Esto fue lo último que pensé aquella fatídica tarde de Verano, ya no podía remediarlo y una vez más me encontraba solo y triste al final de este cuento.

         Tras dos meses más de caluroso verano creí haber pasado página pero no era así, hasta el más mínimo detalle me recordaba a ti. No sé si era la bella mariposa que parecía renacer de tus pechos o aquella marca que me dejaste en el labio inferior.

         Sin dudarlo tuve que ir en tu busca: Recorrí cielo, mar y tierra hasta que te encontré en aquel viejo piso en el centro de París. No sabía que hacer, la duda me comía la cabeza (¿Y si ella ya no se acuerda de mi? / ¿Y si ha conocido a otro chico?). Sin volver a pensármelo mucho decidí no tocar el timbre y me fui calle abajo para coger otro taxi y que me llevase al aeropuerto más próximo. Pero fue justo en ese momento, cuando abriste la ventana y no dudaste en llamarme, cuando descubrí que todavía te acordabas de mi y que no había otro chico porque ese chico que reinaba en tu corazón, te hacía café y te hacía sentir como una reina era yo. Así que, volví a subir la calle y no mucho antes de llegar a su portal ya nos habíamos fundido en un beso eterno y sentí que los dos éramos uno, mi corazón se unió a ella y sin dudarlo dos veces nos volvimos a Salamanca donde cada tarde cuando el sol estaba ya bajo salíamos a pasear por el río, como le prometí que haríamos hasta nuestros últimos días. 
 

                                                                                                                         IFG.