Hermanos somos y hermanos seremos. Así fue como me despedí
de el y apenas creía yo en la posibilidad de volver a vernos.
Era hoy 18 de Julio de 1936 cuando tuve que partir de la
España en guerra, mi condición aquí había acabado y yo no era más que otro escritor
buscando su novela maestra como ya tiempos atrás la encontró Don Miguel de
Cervantes Saavedra.
Partimos en un carruaje lleno de cereales donde a parte de
mi íbamos cuatro jóvenes más tapados debajo de una lona. Nuestro principal destino era la bella
Francia pero a la altura de Castellón nuestro destino se fue al traste, nos
interceptaron y fuimos arrestados durante 40 días. En el día número 41 fuimos
trasladados a Madrid con un destino bastante claro: la muerte, pero al parecer
la suerte estaba de nuestro lado, si no creo recordar mal fue a la altura de
Teruel cuando dos compañeros bastante fatigados y yo conseguimos escapar de ese
carro con destino a la muerte.
Anduvimos a la aventura aproximadamente unos 15 días y ya
bien pasada Zaragoza pudimos encontrar otro carro con destino a Francia.
Entregué hasta mis plumas y tinteros para que los tres pudiésemos salir
dirección Francia.
Y así fue como casi tres meses después de aquella despedida
llegué a la bella Bordeaux. En poco más de un año ya dominaba el Francés y fue
justo en ahí cuando encontré mi verdadera obra maestra, 457 páginas de novela
pura que como hubieran dicho muchos: una auténtica obra de arte. Pero mi
decisión no fue otra que no publicarla, el destino había sido tan malo conmigo
que yo no podía ofrecerle esa obra, así que me prometí a mi mismo que esa obra
moriría conmigo. Y así fue seguí trabajando en el campo día tras día hasta el
lecho de mi muerte, día en el que mi obra maestra pudo viajar más de 1000
kilómetros hasta que le llegará a mi fiel hermano en la soleada costa
mediterránea. Nunca estuve seguro de que le llegara pero había algo que me
decía que sí.
IFG