Cierto día cuando paseaba por las calles de mi bella Madrid encontré un
diario. Aparentemente no tenía nada singular que llamara mucho la atención,
pero parecía muy antiguo. Sin más dilación lo tomé prestado por un tiempo antes
de donarlo a cualquier biblioteca o ciencia para que investiguen sobre el.
Por
toda esa intriga que me corría ya por todo el cuerpo tuve que empezar a leerlo,
un sábado de frío tremendo me encerré en mi estudio y lo leí. Fue una lectura
muy rápida ya que el diario estaba bastante dañado y solo tenía unas 20 páginas
totalmente legibles. Todas y cada una de esas 20 páginas guardan relación entre
sí, pero aún así cada una de ellas tenía algo distintivo de las demás. Observé
diferentes tipos de colores, e incluso diferente tipo de letra (Que tras un
análisis profundo de un amigo mío descubrió que solo se trataba de su misma
letra pero en diferentes estados de animo). Mi cabeza ya no daba más de sí, le
daba muchas vueltas y vueltas a todas esas páginas del diario hasta que
encontré algo, muy difuminado y casi imperceptible del cual no me pudo percatar
hasta la vigésimo cuarta lectura.
En la página número 21 del diario
encontré, justo en la esquina inferior derecha, unas siglas ( F.J.D.C ) y una
fecha ( 8 de Noviembre de 1936 ). Gracias a ello pude descubrir y asociar
muchas cosas. La mayoría del diario se relataba sobre Madrid y justo en la
página 20 hablaba de la casa de campo de Madrid y hablaba de ella como si el
mundo se acabara ahí. Y creo que así fue para él este joven Francisco José Díaz
Corella, soldado del ejército republicano, murió el día 8 de Noviembre de 1936
en plena guerra civil española. Para él su muerte no fue en vano y por ello
creo que cerraba la última página de su diario con esta frase:
‘En la guerra no hay vencedores ni vencidos, porque todos salen
perdiendo.’
Después de todo esto busqué algún familiar
de Díaz Corella y en cuanto lo encontré le doné el diario y todo mi informe
relatado.
IFG.